Katabases. Pt II
Pasmado por la repentina desaparición del Sr. Vendetto, Harry no pudo mover un músculo. Inspiro tres profundas bocanadas de aire antes de terminar su vaso de leche. El viento proveniente de lo que antes era el marco de su ventanal principal le desordenaba el pelo, se acercó un par de pasos para asomar la cabeza, pero en realidad temía caer al vacío igual que su visitante, así que se alejó apenas tuvo una visibilidad clara de lo que había abajo. Tal y como le había dicho Rocco, ni un rastro de su cuerpo había quedado en el pavimento, de hecho, no había nada de él en ninguna parte. "Una lástima" pensó Harry "Un tumulto habría hecho este día algo más interesante.".
“Ni modo” pensó "mejor empiezo mi día", acto seguido: se aseo, desayunó unas tostadas con palta y jamón (pero sin corteza, Sofía siempre le sacaba la corteza a su pan. Era tan considerada), yogurt de vainilla y un café bien cargado. Se puso una camisa y un pantalón cualquiera, pero escogió cuidadosamente el abrigo: Se decidió por el grueso de piel que había usado en una fiesta hace 4 días. Luego tomo el reloj de su abuelo y se lo puso en la muñeca. El reloj nunca había dado la hora correcta, y todos los días cambiaba su margen de diferencia con esta, pero lo usaba por un peculiar sentimiento de nostalgia. Nunca lo había analizado mucho verdaderamente, quizás solo le gustaba mostrar que tenía un reloj de plata viejo.
Eran las 12:18 cuando Harry Steinberg salió a la calle, siguiendo las instrucciones que le dio el Sr. Vendetto. Bajó por la Gran Avenida hasta la calle 67. Se encontró con varios artistas callejeros en su camino, había un payaso que actuaba junto a un mimo, hacían un número bastante curioso. También estaban sus amigos de "Pitbulls on Tuxedos" un trío de jazz-fusión que siempre tocaba en la misma esquina, siempre se quedaba un rato a verlos. A estas alturas ellos ya lo conocían y conversaban un rato con él, interrumpiendo su (poco atractivo al público) show.
Siguió hacia el norte y en la 14 Oeste doblo a la izquierda, 3 cuadras más allá se encontró con el edificio que le había indicado el Sr. Vendetto. Era la quincuagésima octava vez que entraba en ese edificio. Era de esperarse, sus sesiones eran semanales y su madre solía vivir en el piso 3. Incontables veces se había dicho: "Después de la terapia iré a visitar a mamá." Realmente cumplía su cometido solo un 50% de las veces que se lo proponía, pero cuando lo hacía siempre era una visita muy agradable. Le llevaba chocolates de licor y trufas con esencia de almendra, pues su madre era fanática de estos y otros variados dulces.
Cruzó la amplia entrada del edificio, cuidadosamente ornamentada con un motivo rococó y unas columnas corintias. Tras el espectacular arco llegaba a un ancho salón, con una única puerta que parecía diminuta comparada con la habitación en la que se encontraba. Al abrirla se encontraba uno de esos viejos ascensores con una reja exterior y otra interior, de los que nunca sabes si llegaras vivo al piso de arriba.
Harry se encontró divagando en la entrada de un edificio que le era tan familiar como su propio departamento. "Después me fijaré en los detalles, mejor subo de una vez" se susurró a sí mismo. Una vez dentro del habitual ascensor sintió unas terribles ganas de ir al tercer piso, pero desistió después de tener un repentino llamado del deber. Apretó el desgastado botón del número 12 y se mantuvo firme tratando de no apoyarse en las sucias paredes del elevador. No quería manchar ese abrigo, le gustaba mucho.
Una vez en el piso, salió del ascensor y cruzo los laberínticos pasillos propios de una edificio con demasiados departamentos para su propio bien. Leyó la imponente placa en la puerta del 1204, "Dr. Eric Blair". Le costaba creer que estaba devuelta en la consulta tan pronto, pero no necesitaba dar mayores explicaciones a su sicólogo, él siempre había entendido muy bien los dilemas en los que se metía. Tocó la puerta 3 veces, como acostumbraba hacer.
- ¿Harry? ¡Pasa hombre! - Lo recibió Eric. Alto y delgado como siempre, con una cara que solo puede describirse como cuadrada, y una pequeña pizca de barbilla. En realidad, nada de su aspecto era muy peculiar, más que esos ojos honestos y acogedores con los que siempre lo recibía. Pero hoy estaba más emocionado de costumbre, se veía ansioso.
Pasaron el habitual pasillo de entrada del departamento hasta el pequeño salón que el doctor usaba para sus sesiones, con un diván de cuero negro y una pequeña mesita de té.
- Me preguntaba por qué te demorabas tanto, la verdad es que he estado esperando este momento. ¿Viniste bajo las instrucciones de Rocco Vendetto verdad? Si, bien. Entonces ya tienes claro el panorama. Perfecto, así no tendremos que detenernos en detalles. Aunque sé que eres un hombre que no se interroga mucho las cosas, solo las cumple. Bueno, supongo que eso mismo fue lo que te metió en este problema. ¡No es que piense que te lo merezcas! ¡Para nada! Solo digo que es la lógica consecue-"
-No estoy loco ¿verdad?—Harry interrumpió al doctor de manera muy sorpresiva, pero calmada, nada de brusca.
-Harry…—dijo Eric con calma—Sabes que aquí no usamos esa palabra.
-Bueno, solo me bajo la curiosidad. Tengo entendido que estas cosas no le pasan a todo el mundo.
-Si por supuesto, tienes todo el derecho a preguntarte cosas así, es excepcional… Harry, ¿Cómo puedo ayudarte?
-En realidad no lo tengo muy claro, el Sr. Vendetto me dijo que viniera para acá, no fue mi idea.
-Si eso ya lo sé, pero ¿Debes tener una especie de plan de acción o no? ¿Qué quieres hacer ahora?
-Honestamente quiero volver a mi sofá y mi televisión, pero tengo que encargarme de esto antes. Supongo que debería dirigirme al infierno, el problema es que no sé cómo llegar hasta allá. Dudo que matándome sea la respuesta, no creo en el infierno así que de todas formas no llegaría a él.
-¡Ajajá! Ese eres tú Harry, desafiando a la jerarquía directamente.
Eric se levantó de su silla junto a la mesita de té. Tomó un pañuelo de su bolsillo y se limpió el sudor de la frente, luego con el mismo pañuelo tomo sus lentes y empezó a limpiarlos. Parecía estar riendo, pero Harry no sabía de qué.
-A veces me sorprende la simpleza con la que enfrentas los problemas. ¿Para qué enredarse tanto con los dilemas filosóficos, las paradojas espirituales y otras interrogantes del hombre? Enfrentemos al demonio directamente, ¿Qué puede salir mal? Él te quito algo, y tú… ¡se lo quitas de vuelta! ¡Así como así! —en este punto Eric subió su tono de voz, no sonaba enojado, sino desesperado— No hay fuerzas superiores que te desmoralicen, no hay desventajas. ¡Harry Steinberg! ¡Embarcado en una odisea hacia un lugar que ni siquiera cree que existe! Es espectacular Harry, espectacular te digo. Te ríes del poder que nadie impone sobre ti, incluso cuando te lo presentan a la cara. No renuncias a tus convicciones, aunque estas sean claramente desmentidas por fuerzas incomprensibles y seres que no conoces. ¡Un metafísico perfecto! Eso es lo que eres Harry—. Ahora sí, Eric estaba gritando— ¡Lo que no conoces o no entiendes, no existe! Aunque estés cara a cara con él, prefieres ignorarlo ¿Por qué? ¡Porque te es más cómodo nada más! Si el mundo no cambia por ti ¡Tú lo cambiaras! Y si se niega a cambiar ¡Renunciarás a él! ¡Hasta que no quede nada Harry! ¡Nada!
Se detuvo un instante. Eric estaba jadeando, parece que ya había soltado todo lo que necesitaba decir.
-¿Estas bien?—preguntó Harry.
-Si, si, solo dame un segundo, para retomar el aire.
Eric volvió a sentarse y puso su cabeza entre sus manos. Respiro un par de segundos hasta calmarse, luego levantó la cabeza y miro a Harry.
-¿De verdad quieres hacer esto?—preguntó
-Parece la opción más fácil—respondió el paciente.
Eric volvió a sentarse derecho y volvió a hablar con calma, como retomando un sermón que había dejado inconcluso.
-Es admirable Harry, pero puede ser autodestructivo. Tienes que entender que no te estas enfrentando solo con el lugar en el que no crees, sino también a toda la cultura de la que desistes. Si entras en el contexto que desconoces, te encontraras con todos esos elementos que desconoces. No será solo uno, no serán solo varios, será Todo Harry. Te estas alistando a una confrontación directa con Todo. Incluso contigo mismo, y eso es lo que más temo Harry. Tu. Tú y Tú se verán en una alineación directa y opuesta. Es algo más allá de la opresión que puede ejercer cualquier organización, cualquier culto, cualquier gobierno y cualquier hombre sobre otro hombre. Es tu propia limitación contra ti. Está bien que no creas en el infierno, pero estoy seguro que crees en ti mismo Harry ¿Estás dispuesto a destruir esa misma única creencia? ¿A dejar todo lo que existe?
-Eric, me ha costado un mundo entero ponerte atención a lo que dices, pero si estas tratando de decirme que no lo haga, no vas a lograrlo. Ni siquiera estoy ocupado hoy, me tomaré mi tiempo y lo haré concentrado, no tengas miedo.
-No tengo miedo solo por ti, sino por todo el universo, Harry. No sé qué podría pasar cuando entres en el infierno. Tú no fuiste hecho para ese mundo ¡Difícilmente cabes en este mismo!
-Ya te dije, quiero encontrar a Sofía.
-Mira, hay un recital espectacular abajo en la 3° Avenida, ¿Por qué no vienes conmigo? Así tendrías algo mejor que hacer.
-No gracias. Ya tengo planes, ahora si me ayudaras a concretarlos te lo agradecería mucho.
El Dr. Blair se quedó callado por un segundo. Había estado muy irritado todo el tiempo que estuvo hablando, pero ahora miraba a Harry con una cara casi de horror. Parecía muy enfermo, estaba muy pálido, pero poco a poco fue perdiendo esas facciones terroríficas y se relajó. Sonrío y dijo:
-Está bien, sé que no puedo convencerte de todas formas. Funcionas muy distinto a todos nosotros Harry, así que no me meteré en tus asuntos. Te dibujare un mapa de cómo llegar al lugar. Sírvete algo de té mientras tanto.
Harry había estado tan concentrado que no había notado las 2 tasitas que había en la mesita a un lado del Dr. Blair. Se sirvió un poco de té con 5 de azúcar. Tenía la costumbre de tomar todo con demasiada azúcar.
-Espero que entiendas que yo se donde está la entrada única y exclusivamente porque Rocco Vendetto me lo dijo hace unos días, solo para luego darte las indicaciones a ti.
Le entregó una servilleta con un par de indicaciones y unos garabatos a Harry. Este tuvo que dejar su te sin beber, aún estaba muy caliente y ni siquiera alcanzó a probarlo.
-Harry— dijo Eric justo antes de que se retirara— Siento lo de tu madre.
-Gracias— dijo Harry sin demostrar más signos paraverbales que antes.
Cerró la puerta y bajó nueve pisos por las escaleras. En el piso tres se acercó a la puerta del viejo departamento de su madre y dejo una pequeña trufa de esencia de almendra frente a esta.
-Eric manda saludos—dijo en voz baja.
Dio media vuelta y siguió su camino descendiente por las escaleras.